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La astuta utilización de la inteligencia artificial por parte de China para diseminar noticias falsas ha emergido como un tema crucial para los observadores globales. El experimentado diplomático estadounidense Kurt Campbell señaló: "la campaña, que cuesta miles de millones al año, se está volviendo cada vez más sofisticada gracias a la inteligencia artificial." [Didi Tang & David Klepper, Winnipeg Sun] Este avance permite a China establecer redes de sitios web que se camuflan como plataformas de noticias legítimas, propagando contenido que frecuentemente se alinea con las narrativas respaldadas por Pekín.
Shannon Van Sant, asesora del Comité para la Libertad en la Fundación de Hong Kong, reveló que "se ha descubierto una red de docenas de sitios que se hacían pasar por organizaciones de noticias" [Didi Tang & David Klepper, Fortune], algunos de los cuales incluso replicaban el diseño de medios establecidos como The New York Times. Esta estrategia no solo confiere credibilidad a las narrativas pro-China, sino que también ilustra una intención más amplia de manipular la percepción pública.
Las implicaciones de este fenómeno son, sin duda, alarmantes. Van Sant advierte: "La manipulación de los medios es, en última instancia, una manipulación de los lectores y de la audiencia, y esto es dañino para la democracia y la sociedad." [Didi Tang & David Klepper, Fortune] A medida que estas narrativas se infiltran en diversos entornos en línea, el potencial para moldear la opinión pública—frecuentemente sin que los usuarios sean conscientes de la fuente—es considerable.
Frente a la creciente amenaza de la desinformación, los funcionarios estadounidenses están abogando por un aumento en la financiación para contrarrestar la influencia de China. Recientemente, la Cámara de Representantes aprobó un proyecto de ley que autoriza "$325 millones anuales hasta 2027 para contrarrestar la influencia global de China, incluyendo sus campañas de desinformación." [Didi Tang & David Klepper, Fortune] Esta acción legislativa subraya la urgencia que muchos en Washington sienten para combatir las narrativas en circulación.
El representante Gregory Meeks enfatizó la naturaleza competitiva de esta lucha por la influencia, declarando: "Estamos en una competencia global por la influencia con China, y si quieres ganarla, entonces no puedes hacerlo con un presupuesto de potencia media." [Didi Tang & David Klepper, Fortune] Esta perspectiva refleja un reconocimiento de que la batalla contra la desinformación trasciende la mera guerra de información; se trata fundamentalmente de dinámicas de poder a escala internacional.
Expertos como Alex Nelson de la firma de ciberseguridad Logically han resonado con estos sentimientos, sugiriendo que "hay una probabilidad considerable de que estos artículos puedan influir en las audiencias estadounidenses sin que ellas siquiera sepan de dónde provienen." [Didi Tang & David Klepper, Newser] Esto subraya la necesidad urgente de medidas proactivas para proteger la integridad de la información consumida por el público.
El complejo problema de la desinformación se complica aún más con el uso de personas ficticias por parte de China para promover sus narrativas. Un informe reciente del Departamento de Estado delineó la trayectoria de un escritor llamado Yi Fan, quien pasó de ser analista del ministerio de relaciones exteriores a periodista y, eventualmente, a analista independiente, abogando por puntos de vista pro-China. El informe enfatiza: "Los detalles de Yi cambiaron, pero el mensaje no," [Didi Tang & David Klepper, Newser] destacando la adaptabilidad de estas narrativas.
Además, el caso de Wilson Edwards, un virólogo suizo ficticio que supuestamente fue citado en los medios chinos como una autoridad en COVID-19, plantea preocupaciones críticas sobre la credibilidad de las fuentes en la era digital. Las autoridades suizas no encontraron evidencia de su existencia, lo que les llevó a afirmar humorísticamente: "¡Si existes, nos gustaría conocerte!" [Didi Tang & David Klepper, Fortune] Este incidente ilustra hasta qué punto la desinformación puede infiltrarse en el discurso internacional.
Como destacó Xiao Qiang, investigador en UC Berkeley: "el mensaje implícito es el mismo: que el Partido Comunista Chino trabaja para su pueblo." [Didi Tang & David Klepper, Fortune] Esta narrativa, diseminada a través de diversos canales y personajes, contribuye a mejorar la imagen del régimen mientras socava las visiones competitivas.