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Con la muerte de Hassan Nasrallah, Hezbollah se enfrenta a una crisis de liderazgo sin precedentes. Como apuntó un analista, "Hezbollah aún no ha abordado el funeral de Nasrallah, ni ha anunciado a su sucesor," [Euan Ward, Aaron Boxerman & Riley Mellen, The New York Times] lo que pone de manifiesto la incertidumbre que ahora envuelve a la organización. Aunque su primo, Hashem Safieddine, ha emergido como un posible candidato para liderar, notablemente carece del carisma y la presencia pública que definieron el mandato de Nasrallah. Este vacío plantea interrogantes cruciales sobre la capacidad de Hezbollah para mantener su operatividad y cohesión en medio de la persistente agresión israelí.
Las autoridades israelíes han comentado que, a pesar de la pérdida de figuras prominentes, "Hezbollah todavía posee capacidades militares y misiles," [The Economic Times] sugiriendo que el grupo no ha quedado completamente incapacitado. Sin embargo, la crisis de liderazgo podría obstaculizar su habilidad para llevar a cabo represalias de manera expedita. Los observadores han señalado que la falta de una figura dominante como Nasrallah podría generar disensiones internas, complicando la respuesta de Hezbollah a las continuas operaciones militares de Israel.
En este periodo turbulento, un desafío significativo para Hezbollah será mantener su influencia entre sus seguidores, especialmente a la luz del desplazamiento masivo ocasionado por los recientes bombardeos aéreos. Los expertos advierten que "la falta de represalias a gran escala por parte del grupo contra Israel hasta ahora ha llevado a algunos analistas a creer que los ataques han dejado a Hezbollah desorganizado," subrayando la frágil situación de la organización y el potencial de disturbios internos.
La reacción de Irán ante la muerte de Nasrallah es crucial, dado su respaldo histórico hacia Hezbollah. "Se han generado divisiones dentro del gobierno iraní sobre cómo responder," [Euan Ward, Aaron Boxerman & Riley Mellen, The New York Times] con facciones más conservadoras reclamando una represalia contundente, mientras que los moderados abogan por una postura más cautelosa. Este cisma interno revela la vulnerabilidad de la influencia iraní en la región y su dependencia de actores intermedios como Hezbollah para mantener una estrategia efectiva contra Israel.
La respuesta mesurada del Ayatolá Ali Khamenei al asesinato sugiere un posible reajuste en la estrategia. "Khamenei indicó que sería Hezbollah, no Irán, quien lideraría cualquier respuesta a Israel," [Euan Ward, Aaron Boxerman & Riley Mellen, The New York Times] lo que sugiere que Irán podría preferir evitar un enfrentamiento directo, especialmente considerando sus propias vulnerabilidades. Esta dinámica complica la narrativa de la hegemonía iraní en la región, ya que la pérdida de Nasrallah podría limitar la capacidad de Irán para proyectar poder a través de sus aliados.
Adicionalmente, las repercusiones de este evento trascienden a Hezbollah. "El intento de Irán por debilitar a Israel a través de sus intermediarios parece haber fracasado," [Euan Ward, Aaron Boxerman & Riley Mellen, The New York Times] planteando interrogantes sobre sus objetivos estratégicos a largo plazo. A medida que Hezbollah reevalúa su posición, Irán debe considerar cómo fortalecer a sus aliados sin escalar a un conflicto más amplio que amenace su propia estabilidad.
El asesinato ha provocado una variedad de reacciones en todo el Medio Oriente, complicando aún más el ya intrincado panorama geopolítico. "Jordania, Egipto y estados del Golfo, como Arabia Saudita, parecen complacidos de ver reveses para grupos como Hamas y Hezbollah," ya que estas naciones buscan contener la influencia iraní. Esta coalición emergente entre estados de mayoría sunita sugiere un posible cambio en las dinámicas regionales, donde Hezbollah es cada vez más percibido como un elemento desestabilizador.
No obstante, la violencia persistente también ha avivado temores de un conflicto mayor. "El creciente número de víctimas civiles en Gaza y Líbano ha colocado a los líderes árabes en una posición delicada," reflejando el complicado equilibrio que deben mantener en sus respuestas. A medida que aumentan los llamados a un alto el fuego, la presión sobre los líderes regionales para actuar se vuelve cada vez más apremiante, enfatizando la interconexión de estos conflictos.
A medida que la situación sigue evolucionando, el riesgo de un error de cálculo se incrementa. "El conflicto en curso eleva el riesgo de un error de cálculo, ya que ambas partes buscan asestar golpes decisivos antes de que puedan iniciarse posibles negociaciones." [The Economic Times] Este entorno volátil subraya la necesidad de un compromiso diplomático, ya que las apuestas aumentan con cada día que transcurre.